La postura y la actitud positiva

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Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Pasamos media vida encorvados mientras vemos el celular. Ya sea que estemos sentados o de pie, y hasta cuando caminamos siempre estamos con la barbilla en el pecho y nos encorvamos para ver hacia abajo.

Los estudios afirman que el cerebro relaciona nuestra postura con un estado emocional.  Si me encojo o me encorvo, como cuando estoy viendo el teléfono celular, el cerebro interpretará que estoy triste. Además, esta posición reduce nuestra capacidad de memoria y hace que centremos nuestra atención en las cosas negativas, al igual que cuando estamos tristes.

Se han realizado experimentos que demuestran que, al cambiar de una postura encorvada a erguida, también cambian los estados mentales y de ánimo, es decir, que con ello podemos configurar nuestro cerebro.

Cambiando de postura podemos ser más positivos

Si constantemente observamos nuestra postura y ponemos atención a la forma en que nos sentamos, nos paramos o caminamos, podemos pacificar nuestra mente y buscar un equilibrio entre las cosas positivas y negativas que recordamos.

 

Los investigadores Johannes Michalak, Katharina Rohde y Nikolaus F Troje, de la Witten Herdecke University de Alemania, se preguntaron si podemos ser más positivos, simplemente cambiando nuestra manera de caminar. Para responder a esas interrogantes, reclutaron a un grupo de personas a quienes les dieron una lista compuesta por una serie de palabras positivas y negativas. Después de leerlas, todos debían caminar.

 

Mientras los participantes caminaban, los investigadores observaban su postura y sus movimientos. En este punto, a algunos se le dio instrucciones, sobre cómo debían caminar. Por ejemplo, el “modo feliz” implicaba que echaran los hombros hacia atrás, que tuviesen los brazos más relajados, la cabeza erguida y que balancearan más el cuerpo. A otros se les daba las instrucciones opuestas, de forma que adoptasen la forma de caminar típica de quien se siente triste y deprimido.

 

Después de ocho minutos de paseo, se les pidió que recordaran la mayor cantidad posible de palabras de la lista. Así se pudo apreciar, que aquellos que habían adoptado una forma de caminar “feliz”, recordaban un mayor número de palabras positivas, mientras que quienes habían caminado, con un estilo “triste” recordaban más palabras negativas.

 

Específicamente, quienes caminaban en “modo feliz” recordaban el triple de palabras positivas. Estos resultados confirmaron investigaciones anteriores que apuntaban al hecho de que cuando nos sentimos tristes y deprimidos, tenemos una tendencia a centrarnos en los aspectos negativos de lo que nos pasa y recordamos más situaciones dolorosas.

 

Ello es lo que se conoce como “estado mental depresivo”. Cuando entramos en este estado mental, nos sumimos en un bucle de negatividad de la cual es muy difícil salir. Es como si nos colocáramos unas gafas grises, para ver el mundo a través de ellas, pero sin saber que las llevamos puestas.

 

Nuevamente, en otro estudio realizado por Johannes Michalak en colaboración con Judith Mischna y Tobias Teismann en Alemania, manipularon la postura en lugar de la forma de caminar.

 

En este estudio, los participantes se sentaron a observar en la pantalla de una computadora, una serie de palabras positivas y negativas. A la mitad del grupo se le colocó la computadora en el piso, para que la postura del voluntario se inclinara, encorvándose, y a los otros la pantalla se le colocó a la altura de la vista.

 

A los voluntarios que tenían que sentarse de forma encorvada se les pidió que colocaran la planta de los pies en el piso alineadas con las rodillas y separadas al ancho de los hombros. No deberían sentir tensión en las piernas ni en los pies.  Luego deberían cruzar sus manos en su regazo, por debajo de su vientre, de forma relajada y colocando una mano sobre la otra.

 

Además, debían bajar la cabeza dejándola caer hacía el pecho y dejar que el resto del cuerpo quedara relajado. Se les pidió que verificaran si sentían una ligera tensión en la parte posterior del cuello y en los omoplatos.

 

Por parte, las personas que se debían sentar en la postura erguida se les pidió que colocaran la planta de los pies en el piso, alineadas con las rodillas, separadas al ancho de los hombros. No deberían sentir tensión en las piernas, ni en los pies. Se les pidió que levantaran la parte superior de su cuerpo, llevarán los hombros ligeramente hacia atrás y levantaran la barbilla. Y se les indicó que debían sentir una ligera tensión en la parte posterior del cuello y en los omoplatos.

 

Luego de ver las palabras en la pantalla, se les dio un momento y luego se les pidió que nombraran una a una las palabras que recordaban. El investigador anotaba todas las palabras recordadas, por los sujetos y calculó la diferencia entre el número de palabras positivas y el número de palabras negativas.

 

La investigación probó la hipótesis de que la postura afecta el sesgo de memoria. Los participantes que estaban sentados inclinados viendo la pantalla en el suelo tendían a recordar más palabras negativas que positivas; mientras que los pacientes que estaban sentados con la espalda recta y con la vista al frente, recordaban un número más equilibrado de palabras negativas y positivas. Es decir, que no solo recordaron palabras positivas, si no que la cantidad entre ambas fue similar.

 

Cerebro y cuerpo son uno solo. Se requiere de todo el cuerpo para expresarse. Estos experimentos científicos nos invitan a confiar en que las estrategias adecuadas de entrenamiento mental, emocional y corporal pueden inducir cambios positivos y perdurables en el cerebro y el cuerpo que ayudan a transformar nuestra forma de experimentar las emociones.

 

La explicación es muy sencilla: nuestro cerebro está monitoreando constantemente nuestro cuerpo y nuestros movimientos. Es lo que se conoce como “Cognición Encarnada”, un modelo teórico según el cual, nuestros estados de ánimo y pensamientos no solo se reflejan sobre el cuerpo, sino que nuestros movimientos y también inciden en nuestro estado de ánimo y la forma de pensar.

 

Es una relación bidireccional, por lo tanto, cuando sonreímos o adoptamos una postura relajada, le enviamos un mensaje a nuestro cerebro, en el que le decimos que nos sentimos a gusto, que estamos felices.

 

Lo más interesante es que pequeños cambios en nuestra postura o expresiones nos pueden hacer sentir más o menos animados y tranquilos. Por ejemplo, solo con fingir una sonrisa, puede mejorar nuestro estado de ánimo.

 

Hoy en día, estos experimentos se pueden reflejar en la postura encorvada que adoptamos mientras vemos el celular, sentados, parados y caminando. Como ya hemos apuntado, permanecer encorvado incrementa el cortisol, la hormona del estrés y reduce la testosterona, hormona implicada con la energía y el bienestar. Además, los pensamientos se centran en lo negativo.

 

Esta posición constante para ver el celular, genero algo que hace unos años atrás se conoció como el síndrome text neck, un trastorno que genera dolor de cuello y hombros y que afecta a niños y adolescentes.

 

Es probable que, en este momento, estén esperando que les recomiende la mejor postura para ver el celular. Pero no. Tengan en mente que tenemos la posibilidad de cambiar nuestros estados de ánimo para ver la cosas con más positivismo, para avanzar con nuestras tareas, nuestro trabajo, nuestras relaciones y con la vida.

 

Byung-Chul Han, filósofo surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, reflexiona en su libro titulado, La sociedad del cansancio, sobre la pérdida de la atención profunda, que está siendo reemplazada poco a poco por otra forma de atención dispersa y totalmente distinta, la hiperatención.

 

Esta atención se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos. Y lo más importante, la escasa tolerancia al hastío, pero peor aún, no permite el aburrimiento profundo importante para el proceso creativo.

 

En la actualidad dejar de hacer alguna actividad es casi inadmisible, no está permitido, paramos un momento, nos sentamos en silencio e inmediatamente, sentimos incomodidad. Y ¿qué hacemos?, buscamos el celular.

 

Y aunque estemos haciendo algo, nos aburrimos. Si estamos viendo una película que no es tan interesante y tomamos el celular. Platicamos con alguien y notamos que la conversación deja de importarnos y vemos el celular. El semáforo está en rojo mientras conducimos y vemos el celular.

 

Los dispositivos tecnológicos actuales están diseñados con un mecanismo adictivo, de tal forma que ofrecen una constante estimulación a través de sonidos, luces y movimiento, que activan nuestro cerebro de forma primitiva.  

Esta estimulación activa el sistema de recompensa de nuestro cerebro. Es una zona primitiva determinada para que ciertas conductas se puedan mantener para nuestra supervivencia. Por ejemplo, comer, beber, dormir, mantener relaciones sexuales o interacciones sociales. Estas conductas por sí solas producen placer en el sistema de recompensa haciendo que queramos volver a repetirlas en un futuro.

 

Pero con los dispositivos digitales, la activación del sistema de recompensa dura muy poco. Cada vez queremos más y más y más. De esta forma se genera un sistema adictivo donde necesitamos mirar el celular cada vez con más frecuencia.

 

Esto ayuda a las compañías de redes sociales a conseguir datos que les producen beneficios económicos, pero a las personas las somete a un sistema adictivo de sobre estimulación que ocasiona ansiedad, angustia, pérdida de motivación y con el tiempo desánimo.

 

Facebook tiene un servicio que se denomina “News Feed” que provee a los usuarios de la red social una selección de los contenidos publicados por los amigos de una persona, aplicando un algoritmo cuya finalidad es la de mostrarlos sus contenidos más relevantes.

 

Para el estudio, Facebook estableció dos grupos de control: uno de ellos recibió durante una semana una selección del contenido relevante en su “News Feed” con un sesgo hacia publicaciones positivas, el otro recibió su “News Feed” sesgado con publicaciones negativas y bajo estas condiciones aplicaron una serie de análisis estadísticos para correlacionarlos, cuya finalidad era la de establecer si existía un cambio de comportamiento emocional en estos grupos de control.

 

El asunto aquí es que si vez mensajes negativos de malos cometarios, críticas destructivas, temas de violencia, agresión, tristeza o temor, lo que se descubrió es el algoritmo hacía que siguieran apareciendo temas relacionados y, además, muchas de las personas que los vieron ese tipo de publicaciones los compartieron con sus amigos, estos a su vez, también los compartieron y además publicaron nuevos.

 

Entonces, descubrieron que los estados emocionales pueden ser transferidos a otras personas a través del contagio emocional, lo que lleva a la gente a experimentar las mismas emociones escuchen bien, de forma inconsciente.

 

Estos resultados indican que las emociones expresadas por los demás en Facebook influyen en nuestras propias emociones, y constituyen evidencia experimental de contagio a escala masiva a través de redes sociales.

 

Las emociones positivas amplían nuestra atención. La positividad cambia nuestra percepción. La psicóloga Barbara Fredrickson, que estudia los sentimientos positivos y sus efectos, sostiene que cuando nos sentimos bien, nuestra conciencia se expande más allá de nuestro tema favorito el “yo”, hacia un punto de atención más inclusivo y afectuoso, el de “nosotros”.

Además, la positividad es muy beneficiosa para el desempeño, nos energiza para que podamos enfocarnos mejor, pensar con más flexibilidad y ser perseverantes.

Richar Boyatzis, psicólogo del a Escuela de Administración de la Universidad de Case Western Reserve, dice que: “la visión positiva conserva la alegría de hacer y aprender. Por ese motivo, los atletas y actores profesionales aún disfrutan al ensayar sus movimientos. El enfoque negativo es necesario para sobrevivir, pero enfoque positivo, para progresar. Los dos son necesarios, en la proporción adecuada”.

Estar atentos a nuestra postura es importante para nuestras emociones, nuestras acciones y para mantener una actitud positiva. Ser conscientes de la inquietud que provoca la sensación aburrimiento, nos puede ayudar a ir alejándonos de dispositivos digitales, que como vimos, las redes sociales pueden contagiar emociones positivas y negativas, sin darnos cuenta.

Por último, me gustaría que piensen, ¿Quién no ha estado aburrido y se pone a imaginar como reparar algo, ordenar su escritorio, porque logró levantar la mirada y observó el tiradero, o se puso a pensar en la forma de resolver algún problema?

Tengan en mente que podemos cambiar nuestros estados de ánimo para ver la cosas con más positivismo, fundamental para avanzar con nuestras tareas o nuestro trabajo.

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