La inteligencia emocional

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Durante todo el día experimentamos numerosas emociones, mientras interactuamos con el entorno, con los objetos, con otras personas y cuando llevamos a cabo cada una de nuestras actividades.

 En este capítulo abordaremos el tema de la inteligencia emocional. Pero para comenzar, analizaremos qué significa la palabra inteligencia.

 Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra inteligencia significa:

  • Capacidad de entender
  • Capacidad de resolver problemas
  • Conocimiento
  • Comprensión
  • Habilidad, destreza, y
  • Experiencia

¿Qué es inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es un concepto que en las últimas décadas ha llamado mucho la atención a nivel mundial y se ha ido posicionando en varios campos de la sociedad.

Este concepto fue desarrollado a mitad del siglo pasado por Peter Salovey y John Mayer; pero fue el psicólogo norteamericano Daniel Goleman, quien se ha destacado como promotor del concepto, principalmente después de la publicación de su libro “La inteligencia emocional”, el cual fue Best Seller, es decir, fue el libro más vendido en 1995.

El mayor aporte de Goleman fue la recopilación de una década de estudios científicos, relacionados con la conducta, el proceso y la gestión de las emociones. Es un libro escrito de forma muy clara y accesible, para ser entendido por la mayoría de las personas.

Goleman define la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer y comprender las emociones propias y ajenas; así como a gestionar nuestra respuesta ante ellas. También se habla de un conjunto de habilidades que permiten una mayor adaptabilidad de la persona a los cambios.

Tiene que ver con la confianza y seguridad en sí mismo, la gestión emocional y la automotivación para alcanzar objetivos.  Además, la inteligencia emocional trata de ayudarnos a controlar nuestros impulsos, y a tener la capacidad de no ceder y retardar las tentaciones que nos dan placer. También a regular el humor y evitar que las emociones perturbadoras disminuyan nuestra capacidad de pensar.

Como ya mencionamos, las emociones influyen en nuestra vida diaria, aunque la mayor parte del tiempo no nos damos cuenta. Por ejemplo, cuando compramos un automóvil o una casa, la búsqueda y aceptación de una carrera o empleo, decidir a donde viajar, elegir tener pareja, o algo tan simple como decidir qué comer para la cena.

Todas estas decisiones no están influenciadas únicamente por el valor económico de las cosas o el salario que ganamos, la mejor oportunidad, o el mejor sabor. Son las emociones, las que también nos mueven a decidir. De allí el nombre “e moción”, que proviene de movimiento.

Goleman pudo evidenciar que una persona con un alto coeficiente emocional, pero no intelectual, podría llegar a tomar mejores decisiones. Reconocer y comprender nuestras emociones y las de los demás permite desarrollar relaciones sanas y equilibradas dentro de la vida familiar, la escuela y el trabajo.

Por otro lado, también es la herramienta para gestionar la autocrítica, un recurso muy útil para aproximarnos sin juicio a nuestras propias cualidades y áreas de oportunidad de mejora.

Las habilidades académicas y la experiencia profesional habilitan a las personas a realizar un trabajo determinado. Pero, la inteligencia emocional provee la capacidad de hacer ese mismo trabajo, de forma eficiente para alcanzar mejores niveles de rendimiento.

Además, tener las habilidades para funcionar mejor en equipo y comunicarse claramente se convierte en un tema muy importante en la actualidad, porque el trabajo en equipo es indispensable y la interacción a distancia a través de medios electrónicos es casi segura.

Goleman indica que la inteligencia emocional tiene cuatro partes: 

Goleman indica que la inteligencia emocional tiene cuatro partes:

Número 1. La consciencia de uno mismo. Saber lo que sientes y porqué lo sientes. Esto ayuda a evaluar las consecuencias de lo que puedes hacer bien o mal. 

Número 2. Gestionarse a uno mismo. Ser capaz de cumplir las metas. Ser positivo en los contratiempos y controlar las emociones perturbadoras que impiden pensar con claridad, ver posibilidades y lograr tus objetivos.

Número 3. La empatía. Básicamente es entender cómo se sienten los demás. Fácil.

La empatía es muy importante, especialmente porque las personas no expresamos todo a través de palabras, también con el tono de voz, los gestos y expresiones; lo que se denomina lenguaje no verbal.

La empatía consiste en ser capaz, de comprender y compartir las emociones de los demás, para entender el punto de vista del otro y utilizar eso para saber qué le pasa.

A lo mejor, sea una de las más difíciles pues nos invita a prestar atención. Se trata de interpretar lo que vemos y escuchar de forma activa a los demás. Luego, contrastarlo con los hechos, con nuestras experiencias y tratar de ajustarse a la situación del prójimo. Todo ello para ofrecer apoyo con un comentario, con una acción de colaboración o ayuda; o simplemente para escuchar o demostrar afecto.

La mayoría de las veces lo logramos y actuamos naturalmente con los demás, especialmente con las personas más cercanas, o a las que les tenemos cariño o aprecio. Pero, si se trata de otras personas puede ser más complicado. Pero una vez que hemos decidido encausarnos en la labor de poner atención a los demás, se puede mejorar paulatinamente.

Manejar bien las relaciones, colaborar, ser colaborativo dentro de un equipo, resolver conflictos, influenciar de forma positiva a la gente, persuadir, comunicarse, escuchar. Tener inteligencia emocional es principalmente escuchar que te dicen las emociones, y asegurarte de que puedes manejarlo, sin permitir que interfieran en las cosas que quieres hacer.

Toda emoción perturbadora es una distracción, cuando se presenta no le prestas atención. Ni al profesor, ni al libro; ni a tu jefe o tu pareja; porque mientras estás realizando tus actividades, continúas pensando en la discusión que tuviste en la cena con alguien importante para ti, o en aquello que te haya disgustado.

Aprender a manejar esos melodramas o telenovelas presentes en tu vida te ayudará a aprender mejor en la escuela y cumplir con tu trabajo, de forma más eficiente. Con ello no quiero quitarle importancia a lo que sientes. Mostrar y exteriorizar tus emociones es muy importante, pero lo es también observarlas, reconocerlas, preguntare porque estás sintiendo eso.

Debes preguntarte si están relacionadas con las personas, con los hechos, o con interpretaciones. Confrontarlas te puede ayudar a no cometer muchos errores y a que haya una disminución, en la intensidad de la emoción.

Así como las emociones pueden ser una distracción, en el mundo que vivimos estas distracciones pueden ser: observar el teléfono, jugar un videojuego, mandarle un mensaje a tu mejor amigo o navegar en una red social.

Las emociones y las acciones nos alejan o entretienen para no terminar lo que hay que hacer. Aprender a organizarte y centrarte en lo que debes hacer y dejar de lado las distracciones, también es inteligencia emocional.

Y ¿Cómo se aprende todo esto que les acabo de transmitir?

La práctica de ejercicios mindfulness de autoconsciencia nos puede ayudar a aprender cómo afrontar las emociones sin identificarse con ellas; a tener consciencia de uno mismo y a gestionarnos. También a dirigir nuestra atención hacia las emociones, o fuera de ellas, de manera flexible y efectiva.

Y para practicar un ejercicio mindfulness es necesario utilizar un objeto de concentración para estabilizar la mente. Y lo mejor es la respiración. Con ella es más fácil darte cuenta, si te distraes o no; y analizar qué es lo importante para ti.

Al respirar de forma consciente por la nariz y poner atención se logra sentir una ligera sensación en las fosas nasales. El ejercicio se trata de mantenerse sentado tranquilamente y notar la sensación que nos produce cuando el aire entra y sale por la nariz. Hacer esto por 3 a 10 minutos al día, todos los días, permite aprender a observar los pensamientos y a calmar la mente.

Muchos de ustedes dirán: yo no sirvo para eso, después de tres minutos mi mente sigue revuelta. Pero la mente es así. Está diseñada naturalmente para ir y venir entre el futuro y el pasado, su naturaleza es imaginar. Pero lo importante es que se puede entrenar.

En lugar de sentirte mal o juzgarte de si eres capaz o no de hacerlo, que es otra distracción, lo que hay que hacer en un momento de distracción regresar siempre a la respiración, con un par de inhalaciones profundas. Si lo haces por algún rato, lo repites constantemente y todos los días, notarás que la mente se calma y se vuelve más clara. Al estar más clara podrás hacer lo que te propongas.

Goleman indica que poner atención a la respiración tiene una explicación científica. Cuando se dirige la atención a los sentidos, el cerebro detiene el diálogo interno que mantiene en automático. Pero en el caso contrario, cuando nuestra atención es raptada por el diálogo interno o el piloto automático, nuestros sentidos se dejan de percibir.

Por ello, en ocasiones no disfrutamos del sabor de la comida; llegamos a un lugar sin saber que había a nuestro alrededor a lo largo del camino; no escuchamos cuando nos hablan o dejamos de entender lo que estamos leyendo.

Por lo tanto, si aprendemos a calmar ese ruido de fondo que generan los pensamientos, dominaremos la mente de mono, el piloto automático, la red neuronal por defecto, o la loca de la casa, como la quieras llamar. Seremos capaces de saborear nuestros alimentos, disfrutar de un viaje, escuchar activamente lo que las demás personas nos dicen, leer un libro con la certeza de saber de qué trata y aprender a ser inteligentes emocionalmente.

Los ejercicios mindfulness de consciencia de uno mismo, basados en concentrarnos en la respiración, ayudarán a controlar de forma voluntaria la atención, observando nuestro estado mental y corporal. Y si a esto, le sumamos el conocimiento de cómo funciona nuestra mente, nos ayudará a quitar el temor de hacerlo bien o mal, gestionar la autocrítica y a tener confianza en lo que estamos haciendo.

Si practicas ejercicios durante la época de la universidad, obtendrás mejores resultados en los exámenes de ingreso y llegarás a tener mejores notas en tus clases. En la escuela y en la universidad el coeficiente intelectual es muy importante para sacar buenas notas y aprender mejor. Seguro harán que te vaya bien, y lo mismo pasará en los primeros años de tu profesión.

Pero más adelante en tu carrera profesional, cuando asciendas a gerente, por ejemplo, y te conviertas en un alto ejecutivo, no importará tanto. Porque, para ser un alto ejecutivo, tienes que tener el coeficiente intelectual, un poco arriba de lo normal.

Así que el coeficiente intelectual ayuda mucho, pero una vez que estés allí, compitiendo con gente tan inteligente como tú, tu coeficiente no marcará la diferencia.

 La diferencia la marcará tu inteligencia emocional.

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